Las margaritas de Tina y Leo

Los hermanos Tina y Leo disfrutan del jardín
Tina y Leo son hermanos mellizos. Nacieron el mismo día, van al colegio juntos y tienen los mismos rizos.

Hoy la profesora les ha hablado de la primavera. Ahora Tina y Leo saben que es primavera cuando crecen las flores y empieza a hacer más calor. Ya no tendrán que usar ni bufanda ni guantes.

De vuelta a casa, Papá les ha dicho que van a plantar margaritas en el jardín. ¡Qué emocionante! Papá ha cavado los agujeros, Tina ha echado las semillas y Leo las ha cubierto con tierra.

Tina y Leo se han quedado esperando, pero no ha pasado nada.

Papá les ha explicado que los niños comen para hacerse mayores y las plantas beben agua para crecer. Mamá les ha dado una regadera para que puedan regarlas.

Ha pasado un día, y otro, y otro más… ¡Y ha salido la primera margarita! La primavera ha llegado al jardín de Tina y Leo.

¡Chirbiritas, chirbiritas, qué bonitas margaritas!

Ilustración: Ana del Arenal

El hipopótamo ya no tiene dientes

(También disponible como audiocuento)


Cuento de los animales de la selva y su protagonista el hipopótamo


Había una vez un hipopótamo al que le gustaba zambullir sus patas en el charco más grande de la selva y abrir su boca enorme para asustar con sus horribles dientes a los animales que pasaban por allí.

Pero un día algo raro ocurrió. Ningún animal temblaba de miedo cuando veía su boca abierta. “Mmmm, ¿qué le pasa a mi boca?”, le preguntó el hipopótamo a su amigo el cocodrilo. “Que ya no tiene dientes” , le respondió este. “Mmmmmm, ¿se me han caído?”, exclamó asombrado el hipopótamo. “Yo creo que los animales de la selva te los han quitado mientras dormías, para que no puedas asustarles más”, aclaró el cocodrilo. 

Entonces el hipopótamo se enfadó mucho y decidió comprarse unos dientes de tiburón y ponérselos en su enorme boca para dar aún más miedo. Y el primer día que se los puso, en lugar de asustar, vio cómo los animales se reían cuando abría su boca. “Jajaja, ¡qué ridículo un hipopótamo con dientes de tiburón!”, gritaban. “¡Ay qué vergüenza!”, se dijo el hipopótamo.

Y entonces decidió dejar de asustar y  empezar a divertirse y jugar con los animales. Y a todos les invitó a subirse sobre su lomo y les dio un paseo por la charca. “¡Viva el hipopótamo sin dientes!” canturreaban. 

Ilustración: Ana del Arenal