Un pingüino vegetariano poco serio

Aventuras de un pingüino y sus amigos

BRRR era un pingüino que vivía en una región polar y que  le encantaba comer los peces que su mamá y papá pescaban para él.

Un día BRRR decidió que ya era mayor y que iba a ser él quien pescara sus propios peces.  Pero a pesar de intentarlo varias veces, no lo consiguió. Sus alas aún eran demasiado pequeñas para moverse con rapidez y poder pescar. Así que tomó una decisión. “Me hago vegetariano” se dijo “y a partir de ahora no comeré carne de ningún pez y plantaré una huerta con tomates y lechuga para hacerme una rica ensalada todas las mañanas”.

A todos los pingüinos les gustaba ver cómo BRRR cogía la regadera y hacía como que regaba las semillas en su huerta. Pero, en realidad en su regadera nunca había agua, porque BRRR  ponía sus tomates y lechugas en los charcos que había en el suelo congelado ¡Y no les hacía falta más agua!

Los días pasaban y las semillas nunca llegaban a crecer. Además BRRR empezaba a tener unas ganas enormes de comer un buen pescado. Así que decidió volver a intentar pescar y muy temprano por las mañanas empezó a entrenarse.

Después de solo una semana de entrenamiento lo consiguió ¡aprendió a pescar él solo! 

Estaba tan contento que lo celebró comiendo una docena de peces. Y cuando le vieron los otros pingüinos le preguntaron sorprendidos “¿Pero no habías dicho que eras vegetariano y que no comías carne de pescado” y BRRR les contestó saboreando su plato “No, decía que era ¡¡¡pecetariano!!! y eso es que te gusta muuucho el pescado” y los pingüinos reían con las ocurrencias de BRRR que no sabía que inventar para poder comer el pescado que tanto le seguía gustando.

Ilustración: Ana del Arenal

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El susto de Tina

(También disponible como audiocuento).

Tina imagina monstruos por la noche que no existen

Todas las noches, mamá ayuda a Tina y Leo a cepillarse los dientes y papá les cuenta un cuento antes de dormir. A veces sobre animales que hablan, otras son historias que les pasan a niños como ellos. Hoy les ha contado un cuento de dinosaurios muy divertido. Luego ha apagado la luz y les ha deseado buenas noches.
Tina no quiere dormir. Ha intentado jugar con Leo, pero Leo tiene sueño. Cuando ha oído que papá y mamá se iban a la cama también, ha decidido levantarse e ir a jugar al salón.

A papá y mamá no les gusta que se levanten solos por la noche, pero a Tina le da igual. Están acostados y no van a darse cuenta.

En el salón hay poca luz, pero suficiente para ver el puzzle que se ha quedado sobre la mesa. Tina se ha sentado en el suelo para hacerlo.

De repente, ha oído un ruido. ¿Qué será? Ha mirado a su alrededor, pero no ha visto nada. ¿Nada? ¿Qué es esa sombra detrás del sillón? Por la ventana entreabierta ha entrado un poco de aire y la sombra se ha movido.

“¡Es un dinosaurio!”, ha pensado Tina. Un poco más de aire, y la sombra se ha movido de nuevo. “¡Un dinosaurio! ¡Mamá, mamá!”.

Mamá ha llegado enseguida al salón y se ha encontrado a Tina llorando, muy asustada.

- ¿Qué pasa Tina?
- Ahí, detrás del sillón. ¡Un dinosaurio!

Mamá ha cogido a Tina en brazos y ha encendido la luz.

- Ya no está. ¡Pero yo lo he visto! Se movía con el viento
- No, Tina, lo que has visto es la sombra de la cortina.

Mamá ha apagado la luz y el dinosaurio ha vuelto a aparecer. La ha encendido de nuevo y no quedaba ni rastro del dinosaurio.

“Por eso no quiero que te levantes a jugar sola por las noches. Como no se ve bien, te puedes tropezar y las sombras pueden asustarte”, ha explicado mamá.

El día, para jugar y reír. Por la noche… ¡a dormir!

Ilustración: Ana del Arenal

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La ardilla cotilla

Una ardilla aburrida inventa historias
Dibujo: Ana del Arenal

La ardilla cotilla vivía en un árbol altísimo y frondoso del bosque. La puerta de su casa era un agujero en el tronco del árbol por el que entraba y salía todos los días para pasear, buscar comida… y, sobre todo, para mirar con curiosidad, y sin que nadie le viera, lo que hacían los otros animales del bosque.

Un día la ardilla cotilla estaba descansando en su casa cuando oyó unos gritos que provenían de fuera. Se asomó con disimulo, por el agujero del tronco, y vio cómo corrían a toda velocidad el conejo, el cervatillo ¡y hasta el caracol! Asustada, e imaginando que estaban huyendo de algún animal feroz, la ardilla cotilla llamó a los papás conejo, ciervo y caracol para avisarles de la desgracia ¡sus crías iban a ser devoradas por una horrible y enorme bestia!

Pero los papás del conejo, del cervatillo y del caracol rieron a la vez cuando la ardilla cotilla se lo contó. Y al unísono le dijeron: “ardilla cotilla, ardilla cotilla, a ver si te enteras mejor de lo que pasa antes de hablar. A nuestras crías no les persigue ningún animal feroz ¡están corriendo porque juegan al pilla-pilla!” ¡Ay, esta ardilla cotilla que habla sin saber!

Tina y Leo visitan al doctor

(También disponible como audiocuento)
Los hermanos Tina y Leo acuden al médico porque tienen varicela
Dibujo: Ana del Arenal
Esta mañana a Leo le ha dado la risa cuando se ha despertado y ha visto que Tina tenía granos en la cara. Luego se ha dado cuenta de que sus brazos también estaban llenos de granos y ya no tenía ganas de reír. ¡Le picaba todo el cuerpo!

“Podría ser varicela”, ha dicho mamá. “Hoy no iréis al colegio, vamos a ir al médico”. Tina y Leo se han echado a llorar. “¡Al médico, no! ¡Al médico, no!”. Mamá les ha explicado que no hay que temer a los médicos y que es necesario visitar al doctor cuando están enfermos.

Pero Tina y Leo han seguido llorando durante todo el camino.

Al llegar a la consulta, la enfermera les ha hecho pasar a la sala de espera y les ha dado unos cuentos para leer. “¡Cuentos!”, le ha dicho Leo a Tina en voz baja.

Luego, el doctor les ha examinado. Ha sido un poco incómodo, pero no les ha hecho daño. Y antes de que se fueran, les ha dado una crema para que los granos no les piquen tanto. ¡Qué bien! “Mamá, no volveremos a llorar cuando vengamos al médico”, ha exclamado Tina.

Se acabó el picor. ¡Gracias doctor!


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