¡A navegar!


Cuento sobre el primer viaje en barco


Tina y Leo pensaban que iban a la playa, como siempre, cuando se han subido al coche con el traje de baño, los manguitos, el cubo y la pala. Pero papá no ha aparcado donde lo hace habitualmente. Ha pasado de largo y han llegado hasta el puerto.
          - ¿Qué hacemos aquí?, ha preguntado Tina.
          - Siempre preguntáis qué hay en la isla que se ve desde la playa.
          - Yo ya sé que una isla es un sitio que tiene mar alrededor, ha explicado Leo.
          - Bien, pues hoy vamos a coger un barco para ir hasta esa isla y pasaremos el día allí.

¡Qué contentos se han puesto Tina y Leo! Así que mamá y papá han comprado los billetes y han subido todos al barco. No era muy grande, pero tenía dos pisos. Todos han querido subir al de arriba, para ver bien el mar.

Al cabo de unos minutos, el barco se ha puesto en marcha y ha empezado a navegar rumbo a la isla. ¡Cómo se movía! De vez en cuando venía una ola. “¡Esto se parece mucho al parque de atracciones!”, ha exclamado Leo. Y todos se han reído.

Todos menos papá, que llevaba un rato bastante serio. “¿Qué ocurre?”, ha preguntado mamá, “¿estás bien?”.

Papá ha dicho que se estaba mareando un poco y ha bajado al piso de abajo. “Vamos contigo”, le ha dicho Tina. Pero papá le ha contestado que disfrutaran del viaje, que él volvería enseguida, en cuanto estuviera un poco mejor.
Mamá, Tina y Leo lo han pasado en grande. Han visto muchas gaviotas y otros barcos. Por fin han llegado a la isla, ¡allí había otra playa!

          - "¿Os ha gustado el viaje?", ha preguntado papá, que al bajar del barco ya tenía mejor cara.
          - ¡Sí! Pero tú estás malito.
          - No os preocupéis. Mucha gente se marea cuando va en barco. Ahora ya me encuentro mejor. ¡Estoy listo para construir con vosotros un castillo de arena!
Ilustración: Ana del Arenal

La nutria y el caballito de mar



Cuento sobre la amistad entre una nutria y un caballito de mar

En un enorme río de América del Norte vivía una nutria que era la número uno en natación. Pero en su última competición se había golpeado con una enorme piedra la cola, y había llegado la última en la carrera, empatando con el pequeño caballito de mar. 

-No te entristezcas nutria, yo siempre pierdo porque soy el más pequeño, y aún así me lo paso bien compitiendo- le explicó el caballito de mar.

La nutria pensó que no era justo perder por ser pequeño, además seguro que si el caballito de mar se entrenaba también podía ganar. Y eso fue lo que le propuso. Entrenar para ganar la gran carrera de primavera que se celebraba dos semanas más tarde. Al caballito de mar le pareció una idea genial. Y los días posteriores se levantaban pronto para correr con los tiburones, después de comer se iban a saltar con los delfines y por la tarde iban a la playa con los cangrejos para entrenarse andando hacia atrás. 

Llegó el gran día de la gran carrera de primavera, y el caballito de mar se situó nervioso en el punto de salida y a la de tres salió dando grandes saltos con los que avanzaba muy deprisa, y adelantó al pez payaso, al pez raya, al pez espada y a la tortuga de mar. ¡Y consiguió llegar el tercero! Después del delfín y la morena.  

Todos los animales del mar le felicitaron por su esfuerzo y por haber llegado el tercero ¡se nota que has hecho un buen entrenamiento con la nutria y que te has esforzado! Y por eso le dieron una medalla especial, quizá la que más valía, la medalla al esfuerzo y a la superación. Y el caballito de mar siguió entrando con la nutria y después de un tiempo incluso llegó primero en alguna carrera. 

Ilustración: Ana del Arenal

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Vuelta al cole


Cuento sobre la vuelta al cole de Tina y Leo

Después de los preparativos, por fin ha llegado el primer día de colegio. Hoy mamá no ha esperado a que Tina y Leo se despertaran solos. Ha entrado suavemente en la habitación y les ha dicho: “¡Arriba chicos! ¡Hoy toca volver a clase!”.

Los dos se han levantado de un salto, se han vestido con ayuda de mamá y han ido a la cocina a desayunar. “Tenéis que coger fuerzas, hoy va a ser un día emocionante”, les ha dicho mamá.

¡Y tanto! Tina y Leo estaban muy emocionados: tenían muchas ganas de volver a ver a sus amigos y de conocer a Tomás, su nuevo profesor. Así que después del desayuno, han comenzado a preparar sus mochilas: el estuche con las pinturas nuevas, el libro con las fichas y el cuaderno.

- ¿Y mi cuaderno? Máma, ¡no encuentro mi cuaderno!

Leo se ha puesto a buscar por todas partes, cada vez más preocupado. Tina y mamá le han ayudado, pero el cuaderno no aparecía… Hasta que Tina ha descubierto una pequeña esquina amarilla debajo de la cola de Atila, el perro de Tina y Leo, que también engullía su desayuno.

- Leo, ¡Atila se ha sentado sobre tu cuaderno!
- Atila, le ha regañado Leo, devuélveme mi cuaderno. ¡Los perros no van al colegio!

Leo estaba un poco enfadado, pero se le ha pasado al oír que mamá y Tina se echaban a reír por lo que acababa de decir.

“Ahora que los dos tenéis lista la mochila, vámonos”, ha dicho mamá, “no querréis llegar tarde a vuestro primer día de clase!”.

Ilustración: Ana del Arenal

El león hambriento



Cuento corto sobre un león


En un gran bosque vivía un león rodeado de caracoles, mariquitas, mariposas y otros pequeños animalillos. El león, que por naturaleza debería de devorar grandes animales como cebras o antílopes, llenaba su estómago con esos animalillos.  Como primer plato engullía 10 caracoles, de segundo 40 lombrices y de postre tres ricas ranas. Pero claro ¡siempre le parecía poco y  se quedaba con hambre!

-Eres un glotón- le decía siempre su amigo el petirrojo.

-¡Cállate o te devoro!- le respondía hambriento el león.

Al león le rugían las tripas de hambre y empezaba a preocuparse porque si seguía así iba a acabar por comer a todos los animalillos del bosque, incluidos sus amigos.

Así que un buen día decidió irse de viaje a la selva más cercana, donde habitaban animales un poco más grandes y sabrosos con el fin de invitarles a vivir en su bosque, y así poder comerlos más tarde.  Cuando llegó a la primera selva invitó a 3 búfalos, 10 cebras y 7 ñus a su bosque. Todos aceptaron la invitación. Lo que no sabían es que el león les había engañado, porque les iba a comer.

Pero lo que pasó es que el día que el león quiso comer la primera cebra, cuando estaba cerca de ella, le pareció tan grande y tan bonita que no pudo comérsela. Además vio que la cebra comía ricamente la hierba del bosque, que nunca se terminaba y que siempre volvía a crecer. Y pensó que él también podría hacerlo ¡comer hierba hasta hartarse! Así que el león hambriento empezó a devorar la hierba, y con suerte de vez en cuando le tocaba comer un caracol o una serpiente, y comía y comía hasta que su estómago se llenaba y se podía ir a jugar con sus amigos los animalillos sin peligro de comérselos. 

Ilustración: Ana del Arenal
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¿Listos para la vuelta al cole?

Cuento sobre la vuelta al colegio de Tina y Leo

“¿Listos para la vuelta al cole?”, ha preguntado mamá a Tina y Leo mientras desayunaban.

          - ¡Sí!, han contestado los mellizos
          - ¿Seguro? ¿No os falta nada?
Tina y Leo se han mirado el uno al otro hasta que mamá les ha dicho: “¡Tenemos que comprar los libros y los cuadernos para el nuevo curso! En cuanto terminéis de desayunar, nos vamos a la librería”, ha anunciado mamá.
Una vez allí, han recorrido los diferentes pasillos. Con la ayuda de mamá, han elegido varios cuadernos: Tina uno rojo grande para dibujar y otro azul, más pequeño, para aprender a escribir. Leo los ha elegido verde y amarillo. Mamá les ha explicado que este año les enseñarán a leer y a escribir. ¡Tina y Leo son ya chicos mayores! También han cogido un gran estuche lleno de lápices de colores para cada uno. Con ellos harán bonitos dibujos en sus cuadernos nuevos.
Después, se han dirigido al mostrador para pedir los libros que van a necesitar. Mamá ha sacado la lista que le han dado en el colegio y se los han entregado.
De vuelta a casa, Tina y Leo han guardado el nuevo material en sus mochilas.

          - “Y ahora… ¿listos para la vuelta al cole?”, ha preguntado mamá
          - ¡Sí! ¡Ahora sí!
Ilustración: Ana del Arenal

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