Audiocuento: la tortuga patinadora

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En el bosque también llegaba el invierno y empezaba a hacer mucho frío, tanto que el río se había helado y los animales ya no se podían bañar en él.
-¡Qué pena!- pensaban la liebre y el castor -¡Con lo que nos gusta bañarnos y nadar en el río!-
En cambio la tortuga estaba contenta, a ella el agua no le gustaba mucho. Era una tortuga de tierra que solo metía sus patas en el agua cuando hacía demasiado calor, nada más que para refrescarse un poco. Pero le daba pena ver al resto de los animales tristes, porque decían que eso de bañarse en el río era muy divertido, y ahora en invierno no podían darse un chapuzón.
-¡No os desaniméis! Con el río helado también nos lo podemos pasar bien, ¡podemos patinar en él!-
-¡Qué idea más genial!- gritaron la liebre y el castor, al tiempo que daban un salto al río helado.
¡Menudo resbalón se dieron! A la tortuga no le había dado tiempo a explicar que para patinar había que entrar despacito en el río y que poco a poco había que delizarse por el hielo.
Y para evitar más resbalones, la tortuga decidió darles clases de patinaje a los animales. Como patines utilizaban unas enormes hojas verdes que ponían bajo sus patas, y con ellas se movían por el hielo como unos verdaderos patinadores. Pero lo mejor era el final de la clase, cuando para celebrar todo lo que iban aprendiendo, la tortuga se ponía panza arriba, los animales se subían en su tripa y ella se dejaba resbalar río abajo como si fuera un trineo.
-Yujuuuuuuuuu ¡A tope de velocidad!- gritaban los animales mientras ella se deslizaba río abajo. ¡Qué divertido era el río también en invierno!

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: de charco en charco

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Hoy ha llovido todo el día. Como siempre, mamá esperaba a Tina y Leo en la parada del autobús. Leo ha sido el primero en bajar. No se ha dado cuenta de que había un gran charco justo donde terminaba la escalerilla y… ¡plas! ¡Ha metido todo el pie en el agua! Se le ha mojado el zapato, el calcetín… hasta un buen trozo de pantalón estaba empapado.

A Tina le ha parecido de lo más divertido. Como bajaba justo detrás de Leo, en cuanto mamá le ha ayudado a Leo a salir del charco, Tina ha saltado sobre él. ¡Cómo ha salpicado el agua! También se ha mojado los pies. Pero a mamá no le ha parecido tan divertido.

- Tina, lo de Leo ha sido una faena, pero no se ha dado cuenta. Pero tú te has mojado a propósito… tendremos que ir a casa a cambiaros de ropa, porque si no cogeréis un buen resfriado.

Al llegar a casa, mamá les ha quitado la ropa que estaba mojada y les ha puesto el chubasquero, el gorro y las botas de lluvia. “Ya sé que os encanta saltar en los charcos, chicos, pero es mejor que lo hagáis cuando estéis bien equipados. ¡Como ahora!”, ha dicho mamá. Y Tina y Leo han salido a la calle para saltar de charco en charco.

Ilustración: Ana del Arenal

Audiocuento: yo me llamo, tú te llamas, él se llama...

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Papá está leyendo el periódico y Leo, a su lado, está pintando en su cuaderno con los lápices de colores.

- Papá, ¿tú tienes nombre?
- ¡Claro! Como tú, como Tina, como mamá… ¡como Atila! ¿Cómo me llama mamá? ¿cómo me llama la abuela?
- Te llaman Álvaro
- Porque ése es mi nombre
- ¿Y por qué yo me llamo Leo?

Papá ha explicado a Leo que los nombres se ponen por diferentes razones. “Por ejemplo, Tina y tú os llamáis así porque a mamá y a mí nos gustaban mucho esos nombres. Yo me llamo Álvaro porque mi abuelo se llamaba así. Y mamá se llama Violeta, un nombre de flor, porque las violetas son las flores preferidas de la abuela”, ha dicho papá.

- ¿Y Atila? ¿Por qué le llamamos Atila?

En ese momento, mamá y Tina, que estaban escuchando la conversación, se han sentado con ellos. Mamá ha empezado a contar la historia de Atila, que fue un valiente guerrero que vivió hace muchos, muchos años.

Atila, como si hubiese entendido que hablaban de él, se ha acercado a escuchar atentamente la historia.

“Ya sabéis que recogimos a Atila en la perrera. Cuando su antiguo dueño tuvo que marcharse a vivir a otro sitio no pudo llevarlo con él. En la perrera nos contaron que Atila siempre se portó como un perro valiente. ¡Por eso le pusimos Atila!”, ha terminado mamá. “¿A que te gusta el nombre?”.

Y Atila ha contestado… ¡Guau!

Ilustración: Ana del Arenal

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